Puedo decir que la escritura está en mis genes puesto que mi padre era editor y mi madre librera; desde que tengo uso de razón las historias se forman en mi cabeza y muchas de ellas terminan en el papel. Y eso es lo que ha sucedido con “El fuego del flamboyán”, empezó a bullir con tanta fuerza durante un periodo de reposo que no tuve más remedio que ponerla por escrito.
Estoy encantada con el resultado y espero que todos los lectores disfruten tanto leyendo esta novela como lo he hecho yo escribiéndola.